domingo, 2 de noviembre de 2008

Crisis de Ansiedad



Las crisis de ansiedad o crisis de pánico son la respuesta de alarma de nuestro organismo ante el peligro.

Los que las viven las describen como un momento sumamente desagradable, con síntomas de aparición súbita como: palpitaciones, taquicardia, sudor, temblores, sacudidas, ahogo, opresión en el pecho, mareo, sequedad de boca, sensación de que percibes las cosas o te percibes a ti mismo en forma extraña, de que te vas a desmayar etc. Al tener estas sensaciones uno se asusta y aparece la sensación de que uno va a morir, o que está volviéndose loco.

En realidad, lo que sucede es que nuestro cuerpo ha disparado la respuesta de alarma, aunque nosotros no seamos conscientes de ello.

Si reaccionásemos con miedo, temblor o taquicardia, porque alguien nos ataca con una navaja, consideraríamos nuestra respuesta de terror y esas sensaciones, como algo normal, solo nos preocuparíamos de sobrevivir en esa situación y una vez superada nuestro miedo pasaría.

Nuestro cuerpo y nuestra mente responden con miedo cuando estamos ante un peligro, si creemos estar ante una amenaza nuestro organismo va a disparar la reacción de ansiedad y con ella todos esos síntomas: aumento de tasa cardiaca, respiratoria, tensión muscular, dilatación pupilar etc.

En sí la ansiedad es una emoción más, el problema surge cuando se activa con demasiada frecuencia. Es algo parecido a lo que ocurre con la alarma de un coche cuya misión es ponerse en marcha cuando hay peligro de que lo roben; pero que, en ocasiones, se activa sin que exista ningún peligro de robo. Del mismo modo, a veces, en algunas personas se pone en marcha el sistema de “alarma ante el peligro” y reaccionan como si, en ese momento, estuviesen a punto de morir, volverse locos o perder el control. Esto puede ocurrirles sin que estén en una situación de peligro inminente.

Lo habitual es que la primera crisis de ansiedad aparezca porque de repente notamos una o varias sensaciones nuevas, pero ante esos síntomas caemos en el error de hacer una interpretación alarmante “qué raro es esto…””esto no es normal”. Ante esa sensación de temor aparece la ansiedad, con todos sus síntomas asociados. Al haber más síntomas tendemos a asustarnos más “esto sí que no es normal…me está pasando algo”. Al haber más sensaciones hay más ansiedad y al haber más ansiedad hay más sensaciones, este es el círculo vicioso del pánico.

Una vez hemos sufrido una primera crisis esa experiencia queda marcada y uno no quiere volver a vivirla jamás, además la falta de conocimiento de por qué ha sucedido genera más incertidumbre y más miedo a que se vuelva a repetir. Como prevención y sin querer, uno empieza a estar muy atento a sensaciones parecidas a las que originaron el pánico, por lo tanto vuelve a asustarse si aumenta su tasa cardiaca, o si se siente mareado y como nuestro cuerpo sigue funcionando es fácil notar algún síntoma de ese tipo, por eso con frecuencia aparecen nuevas crisis.

Si las crisis se repiten con cierta frecuencia el sufrimiento y temor que producen puede ser muy limitante por la sensación de que no se tiene control y de que la ansiedad va a estar siempre ahí. Uno se siente incapaz de controlar la situación e interfiere en su vida y la de los que le rodean. A veces la situación puede complicarse más, si la persona empieza a evitar situaciones por miedo a que parezcan los ataques de pánico, en estos casos podemos llegar a caer en una agorafobia.

Pero por muy desagradable que sea haber padecido crisis de ansiedad, la buena noticia es que no tiene por qué convertirse en un problema crónico, como muchos creen, los tratamientos psicológicos han avanzado de forma importante y con resultados muy buenos.

La terapia consiste en romper ese círculo vicioso del pánico, dotamos a la persona de nuevas formas de afrontamiento más efectivas que las que ha estado utilizando hasta ahora, de ese modo se consigue disminuir el nivel de ansiedad, porque ya no se dispara la respuesta de alarma y que por lo tanto las crisis vayan desapareciendo.

La clave no es eliminar la ansiedad sino aprender a perderle el miedo, como no se lo tenemos a otras emociones

Fobias



No todos los miedos que sentimos pueden llegar a ser considerados fobias, para hablar de fobia a nivel psicológico se suelen tener en cuenta los criterios de Marks, se trataría de:

En pocas palabras podríamos definir la fobia como “el miedo intenso a un objeto o a una situación que la persona reconoce que no presenta, conscientemente, ningún peligro para él”. La Fobia es una respuesta de carácter claramente desadaptativo.

Hemos especificado que la fobia es una respuesta de ansiedad, y aunque es un concepto ampliamente utilizado es importante conocer qué es la ansiedad exactamente.

La ansiedad es una emoción más, su misión es poner nuestro cuerpo en alerta para afrontar un peligro, por eso cuando aparece notamos que la respiración y el corazón se acelera para dar más oxígeno a los músculos, notamos tensión en ellos; nuestro cuerpo está preparado para hacer frente al peligro luchando o huyendo.

En sí misma es una emoción útil y nos ayuda a sobrevivir, por ejemplo cuando antes de cruzar una calle oímos un frenazo brusco y nos quedamos paralizados, y en muchas otras situaciones. Sin embargo se convierte en un problema cuando empezamos a interpretar como peligrosas situaciones que no lo son tanto, y tendemos a evitarlas.

Las fobias suelen generarse porque ante una primera respuesta de ansiedad evitamos, y no dejamos que nuestro organismo descubriera qué sucedía en realidad y si existía el peligro; siendo así aprendemos a “asustarnos” ante esa situación y cada vez que nos encontremos con alguna situación similar nuestro cuerpo reaccionará con ansiedad.

En ocasiones las fobias se producen porque ha habido una experiencia desagradable, por ejemplo un perro te mordió de niño y ahora todos los perros te asustan. En otras ocasiones hemos aprendido a tener miedo a través de las experiencias de otras personas, por haberlo visto o simplemente porque nos lo hayan contado.

La clasificación DSM-IV clasifica las fobias en:

La técnica que se ha mostrado más efectiva en el tratamiento de las fobias específicas es la exposición gradual en vivo, acompañado de un adecuado manejo de los pensamientos que garanticen un adecuado enfrentamiento a la situación.

Consiste en exponer a la persona a los estímulos que ha aprendido que le causan ansiedad sin permitirle dar respuestas de evitación. Lo habitual es graduar por niveles de dificultad a qué situaciones nos vamos a enfrentar. Es útil porque afrontando la situación la persona comprueba que sus temores son infundados haciendo inútil al respuesta de ansiedad que desaparece paulatinamente. Es importante conocer cómo aplicar estas técnicas y consultar con un profesional, sobre todo si se trata de fobias que se padecen desde hace mucho tiempo o que generan niveles de ansiedad muy altos

Baja Autoestima



Nos hemos acostumbrado a oír hablar de la autoestima y de la importancia que tiene para nuestro bienestar, pero puede que no tengamos claro en qué consiste exactamente.

La autoestima no es más el concepto que tenemos de nuestra valía y se basa en todos los pensamientos, sensaciones, experiencias y observaciones que sobre nosotros mismos hemos ido recogiendo durante nuestra vida; gracias a todo ello nos calificamos como sociables o antipáticos, listos o tontos; en definitiva nos gustamos o no. Los millares de impresiones, evaluaciones y experiencias así reunidos se aúnan en un sentimiento positivo hacia nosotros mismos o, por el contrario, en un incómodo sentimiento de no ser lo que esperábamos.

Es frecuente que se relacione la baja autoestima con los trastornos del estado de ánimo como la depresión, sin embargo en realidad no es exclusiva de ningún trastorno. En ocasiones se considera como una de las causas de problemas conductuales, en otras solo sintomatología principal, en muchas otras como sintomatología asociada y por último consecuencia de algún problema psicológico.

Las consecuencias de tener una autoestima baja son múltiples: falta de seguridad a la hora de relacionarse, deseo constante de aprobación, sentirte inútil, evitar comprometerte por temor a no dar la talla; en definitiva supone una carga de ansiedad y puede limitar mucho nuestra vida.

Uno de los principales factores que diferencian al ser humano de los demás animales es la consciencia de si mismo: La capacidad de establecer una identidad y darle un valor. En otras palabras, tú tienes la capacidad de definir quién eres y luego decidir si te gusta o no tu identidad. El problema de la autoestima está en la capacidad humana de juicio. El juzgarse y rechazarse a sí mismo produce un enorme dolor, dañando considerablemente las estructuras psicológicas que literalmente te mantienen vivo.

Así que si te sientes identificado o sientes que no te reconoces tu valía en su justa medida no te resignes a ese malestar, porque no es ni mucho menos algo estable o que forme parte de tu personalidad, puede cambiarse si cambias los hábitos que has adquirido a la hora de valorarte. Empieza a prestar atención a cómo te hablas y no te permitas ser tan critico contigo mismo, cambiar esos hábitos no siempre es sencillo y quizás necesites la ayuda de un profesional; pero si trabajas en ello con constancia notarás la diferencia

Depresión


De todos lo trastornos relacionados con el estado de ánimo la depresión es el más conocido e incluso nos hemos acostumbrado a utilizar esta palabra con mucha frecuencia para describir estados de tristeza o desmotivación.

Según la clasificación diagnóstica DSM-IV-TR podemos hablar de trastornos del estado de ánimo cuando notamos 5 o más de estos síntomas durante un periodo de dos semanas, o dos o más síntomas si se llevan manteniendo alrededor de dos años:

Estado de de ánimo depresivo durante casi todo el día, sensación de haber perdido el interés o el gusto por casi todas las actividades, perdida o aumento de peso sin motivo aparente, insomnio o necesidad constante de dormir, sensación de fatiga o de falta de energía, sentimientos de culpa o sensación de fracaso, baja autoestima, pensamientos suicidas y sensación de agitación.

Si te sientes identificado con varios de estos síntomas puede ser que efectivamente estés deprimido, aunque es un profesional el que te podrá orientar y aclarar tus dudas.

La depresión es uno de los trastornos que mayor incomprensión genera, la sensación de la persona deprimida es la de que nadie puede comprender su sufrimiento, el esfuerzo que supone a veces realizar cualquiera actividad y lo culpable que uno se siente por encontrarse así. Otra de las ideas es que es un trastorno crónico de difícil solución, por lo que la sensación no puede ser más desesperanzadora, me siento fatal y además no hay solución.

La realidad de la práctica clínica y la efectividad que en los últimos años han tenido los tratamientos psicológicos contradice estos planteamientos, en cada caso la depresión aparece por diferentes causas, pero una terapia adecuada, individualizada y centrada en las necesidades de la persona deprimida es fundamental para volver a recuperar el bienestar. Y si la persona genera una rutina en aquellas estrategias que le son útiles para sentirse bien, va a notar una gran mejoría.

Lo habitual es que se trabaje en varios niveles aprendiendo a recuperar aspectos gratificantes de la vida, ganar seguridad ante situaciones nuevas, mejorar la autoestima, aceptar nuestros errores y aprender a conocer nuestros recursos. Si existen problemas concretos se trabajará para aprender a afrontarlos de un modo realista, buscando posibles soluciones y ejecutando diferentes estrategias que puede que se hayan perdido o que no se han intentado nunca porque las desconocías.

Estrés


El estrés no es más que la respuesta del organismo ante una situación que conlleva unas demandas que a la persona le resulta difícil satisfacer; es decir, nosotros sentimos la necesidad de poner nuestro cuerpo alerta para poder salir airosos de la situación.

El que una situación se interprete como estresante depende de la propia situación, pero también de la evaluación que nosotros hagamos de ella; los estresores pueden ser cambios negativos (divorcio, enfermedades, muerte de seres queridos...) o positivos (cambio de casa, matrimonio, nacimiento de un hijo...). Situaciones extremas como las que se viven en las guerras o cuando nos enfrentamos a grandes catástrofes. Pero las que suelen alterar nuestro bienestar son las situaciones de estrés mantenidas, como las que en algunos casos conlleva el mantener nuestro ritmo de vida habitual: trabajo, estudios, tareas domésticas, educación de los hijos...

¿Cómo influye la respuesta de estrés en nuestro organismo?

En principio se creía que la activación psicológica era la misma en todos los casos, sin embargo investigaciones posteriores dejaron claro que hay distintos ejes de nuestro cuerpo que se activan según el caso.

Según el modelo de Carrobles los mecanismos implicados en la respuesta de estrés serían:

1) Eje neural

Es el que se activa de forma inmediata en todos los casos, provocaría un aumento de la actividad de nuestro Sistema Nervioso Simpático (SNS), que provoca un aumento de la tasa cardiaca, vasoconstricción de los vasos cerebrales y vasodilatación de los vasos musculares. La activación del SNS no suele ocasionar trastornos psicosomáticos, ya que nuestro cuerpo no tiene capacidad para mantenerla durante mucho tiempo. La única complicación puede venir dada por una activación del Sistema Nervioso Somático que provoca una tensión muscular, si esa tensión se mantiene durante mucho tiempo sí podría ocasionar problemas, pero solo en casos excepcionales en que la activación del Eje Neural sea muy intensa o si ya existe una vulnerabilidad previa.

2) Eje Neuroendocrino

Para activarse necesita unas condiciones de estrés más mantenido, cuando se dispara nuestra médula y las glándulas suprarrenales se activan y segregan adrenalina y noradrenalina; esto contribuye a provocar una respuesta similar a la del Sistema Nervioso Simpático, pero más lenta y mantenida en el tiempo. Por lo tanto cuando activamos este eje estamos preparados para una intensa actividad física; es por este motivo que se activa cuando percibimos que podemos hacer algo para controlar la situación estresante, ya sea escapar o ponernos en marcha para hacer frente a las demandas del medio.

3) Eje Endocrino

Cuando se activa este eje se producen numerosos efectos sobre el organismo los más importantes son: aumento de la producción de glucosa, irritación gástrica, aumento de la producción de urea, aumento de la retención de sal en los riñones con una consiguiente retención de líquidos para incrementar los depósitos de glucógeno en la sangre. Los efectos más importantes tienen que ver con la disminución de las defensas y la sintomatología gastrointestinal.

Para que se produzca la activación de este eje es necesario que se dé una situación más mantenida en el tiempo, pero al contrario que el anterior, el eje endocrino se activa en los casos en que la persona percibe que no tiene control sobre la situación y sólo puede soportar el estrés.

Por lo tanto las respuestas físicas ante el estrés y los órganos que se ponen en marcha dependen del tipo de estresor pero también de la valoración que hace de él la persona. Mantener una respuesta de estrés una vez se ha activado va a depender de que el individuo siga viendo la situación como estresante y busque una solución. Cuando acaba la situación estresante con o sin intervención de la persona, se pone fin a esa activación.

Dado que cada individuo suele tener un patrón de enfrentamiento psicológico ante las situaciones estresantes, es fácil comprender que también existe una forma de responder de nuestro organismo que se suele denominar estereotipia de respuesta, es decir, nuestro organismo se activa de forma casi igual cuando percibimos que estamos ante una situación de estrés.

Si esa activación física es excesiva, muy frecuente o muy intensa, los órganos diana afectados podrían desgastarse demasiado, sin que tengan tiempo de recuperarse, produciendo un agotamiento de los recursos y que aparezca el trastorno psicosomático:

Cefaleas: Tensiónales (debidas a tensión muscular), migrañosas (debidas a problemas
circulatorios) y mixtas.

Dolores Crónicos: Lumbalgia, dismenorrea...

Trastornos Gastrointestinales: Síndrome de colon irritable, aerofagia, úlcera péptica, colitis
ulcerosa...

Trastornos Dermatológicos: Alopecia, prurito, dermatitis, seborrea...

Trastornos Musculares: Contracturas musculares mantenidas, temblores...

El Tratamiento cognitivo-conductual aborda varios aspectos:

Como hemos visto las variables psicológicas son muy importantes a la hora de que se produzca la activación física y también influyen para que se active un eje u otro del organismo.

Dependiendo del caso se dota de estrategias de afrontamiento de estrés más efectivas, o se buscan cambios para disminuir los estresores; así conseguimos que nuestro cuerpo no se ponga en alerta con tanta frecuencia. Dependiendo del caso y del tipo de trastorno se trabajará de distinta manera con un objetivo común, aumentar la calidad de vida y disminuir los efectos negativos que las emociones están teniendo sobre el organismo

Enfermedades psicosomáticas


Las enfermedades psicosomáticas, o trastornos psicofisiológicos, son aquellas en que hay presente una evidencia de sintomatología física y en la que los estados psicológicos son determinantes en el curso del problema.

Es habitual que las personas que las sufren tengan que peregrinar de un especialista a otro y pasar por numerosas pruebas médicas; para determinar a qué se deben sus dolores de cabeza, sus molestias estomacales o musculares.

La conclusión finalmente suele ser la misma, no hay una causa física clara a la que atribuir esa sintomatología; se suelen recetar medicamentos paliativos y se aconseja disminuir el nivel de estrés. Esto suele resultar bastante frustrante para el paciente, si no hay una causa orgánica no hay un tratamiento claro y tampoco un final para los síntomas que suelen reaparecer de forma cíclica y persistente, lo que influye claramente en su calidad de vida. Personas diagnosticadas con cefaleas tensionales, migrañas o síndrome de colon irritable, se sentirán identificadas.

A lo largo de la historia del hombre siempre se ha creído que existía una relación entre las emociones y la salud, en muchos casos no eran más que suposiciones, avaladas por datos. A finales del siglo XIX se empiezan a realizar estudios para buscar una relación entre lo psíquico y lo somático. Sin embargo las primeras investigaciones rigurosas no se realizan hasta la década de los 40; en esta época el punto de partida de estas investigaciones es ver cómo las emociones y la personalidad pueden influir sobre las funciones psicológicas y contribuir a la aparición o empeoramiento de numerosos trastornos físicos. Varios trabajos intentan establecer relaciones entre determinadas características de personalidad y algunos trastornos; hoy en día estos estudios han perdido credibilidad.

Las aportaciones más importantes se dan a partir de los años 60, en gran parte debido al cambio del concepto de salud; se entiende por salud una mayor calidad de vida y se empieza a investigar para buscar la prevención de la enfermedad. Esto facilita que surjan investigaciones sobre cuáles son los factores que contribuyen a la aparición de patologías para poder prevenir su aparición, entre esos factores se le empieza a dar gran relevancia a los psicológicos.

Los nuevos modelos de evaluación y tratamiento del estrés aparecidos en la década de los 90, no dejan lugar a dudas sobre la influencia de las variables psicológicas y de determinadas emociones (ansiedad, estrés, depresión) en los trastornos psicofisiológicos.

De estos modelos se han derivado varias vías de tratamiento para las enfermedades psicosomáticas: por un lado se trabaja para que la respuesta de ansiedad o estrés no se dispare con tanta facilidad y también se dota de otras estrategias para enfrentarse a situaciones de estrés de forma más efectiva. Al margen de la ayuda que pueden ofrecer los medicamentos, que pueden paliar los síntomas, se trata de ofrecer mecanismos para que los pacientes puedan manejar sus síntomas de otro modo. Es importante valorar las circunstancias personales y las dificultades de cada uno para trabajar aquellos aspectos que puedan devolverles la calidad de vida y el bienestar

Fibromialgia



La fibromialgia, hasta hace poco conocida como fibrositis, es una enfermedad crónica que produce dolor en varias localizaciones del cuerpo y una intensa sensación de cansancio.

Es una enfermedad que ha sido reconocida por la Organización Mundial de la Salud recientemente, por lo tanto hasta hace poco tampoco existían unos claros criterios diagnósticos. Hay muchos interrogantes al respecto, se puede decir que la principal característica es el dolor en músculos, tendones y ligamentos, pero sin la presencia de una causa orgánica que lo determine (las radiografías y resultados en otro tipo de pruebas son normales). Esto ocasiona malestar en el enfermo, ya que hace que en ocasiones sus síntomas no sean tomados en serio por los que le rodean. El otro síntoma característico y que limita mucho la calidad de vida del enfermo es el cansancio, mantenido durante casi todo el día.

Así mismo existen toda una serie de síntomas asociados a la fibromialgia y que pueden aparecer en algunos casos, aunque no tienen por qué hacerlo en todos:· Anquilosamiento o rigidez: Especialmente a primera hora de la mañana o tras periodos largos de inmovilidad.
· Dolores de cabeza: Dolores por tensión muscular o neuralgias en la cara, también pueden producirse por exceso de sensibilidad en los músculos del cuello y hombros. Pueden ir acompañados de disfunción en la articulación temporomandibular.
· Trastorno del sueño: Sueño poco reparador, insomnio de conciliación o despertares frecuentes.
· Síntomas abdominales: Trastornos digestivos, dolor, flatulencia, estreñimiento y síndrome del colon irritable.
· Síntomas genitourinarios: Aumento de la frecuencia de la necesidad de orinar, inflamación de la pared de la vejiga, cistitis intersicial
· Dolores menstruales: Molestias menstruales y aumento de los síntomas de dolor muscular durante la regla.
· Síndrome de piernas inquietas.
· Problemas de piel: Prurito, sequedad o hinchazón.
El diagnóstico actualmente se realiza en base a tres criterios:

1) Dolor crónico en músculos y tendones de una duración mayor de 3 meses.
2) Ausencia de otra enfermedad que explique los síntomas.
3) Presencia de dolor intenso al presionar los “puntos sensibles al dolor” al menos en 11 de
los 18 puntos localizados en todo el cuerpo.

Se han barajado muchas hipótesis sobre sus causas, se piensa que en estos pacientes podrían estar alterados los procesos de percepción del dolor.

Algunos estudios han puesto de manifiesto la correlación existente entre fibromialgia y estrés. Otros desencadenantes pueden ser infecciones víricas o enfermedades como la artritis reumatoide. Pero no existe evidencia de que sean las causantes del trastorno sino que facilitan que se desarrolle en las personas que tienen una predisposición.

Las formas de tratamiento se centran en mejorar la calidad de vida del paciente, ejercicio moderado, antiinflamatorios y sobre todo intervenir para disminuir los niveles de estrés y ansiedad que hacen que la sintomatología empeore

La Terapia de Pareja

¿Qué sucede para que de un comienzo de ilusión y confianza surjan los conflictos de pareja? Muchas parejas que acuden a nuestro centro se hacen esa pregunta, su pensamiento principal es “cómo hemos llegado a este punto”. La decisión de iniciar una terapia de pareja en muchas ocasiones se toma como última oportunidad de arreglar las cosas, ya que cuesta mucho aceptar que se necesita la ayuda de una tercera persona.

El objetivo que nos planteamos en nuestro no es salvar la relación a toda costa, sino conseguir trabajar con unos objetivos comunes a los dos miembros de la pareja, a veces será iniciar una terapia para recuperar la relación y en otros casos ayudar a llevar a cabo la separación con el menor coste posible para los dos.

Para trabajar de forma efectiva en pareja lo más importantes es que los dos miembros se impliquen y muestren interés por resolver sus problemas.

Las causas de los conflictos de pareja son muy diferentes de caso a caso, es frecuente que con el paso del tiempo se vaya cayendo en rutinas que perjudican la relación, se van abandonando aquellos aspectos que unieron a la pareja en un primer momento, se dejan de lado las muestras de afecto, no se comparten actividades juntos; en otros casos lo que sucede es que hay desequilibrios concretos en la relación, otros problemas surgen por una falta de comunicación, o por una falta de habilidades para expresar desacuerdos.

Actualmente cada vez existen más divorcios en ésta sociedad derivados de las formas de interacción de la pareja, los cambios de comportamiento que cada miembro de la pareja desea en el otro, cómo han intentado cambiar al otro (amenazas, regañinas, etc.), qué factores mantienen las actitudes no deseadas, recursos que tiene cada uno y que pueden ser utilizados para cambiar el comportamiento del otro, y los problemas de cada miembro de la pareja que intervienen en la relación.

Todos estos aspectos pueden cambiar si la pareja trabaja de forma constante con el terapeuta, recuperar aquello que les unió en los primeros momentos no es una utopía, sino una posibilidad centrada en el cambio en varios aspectos:

1) Identificación de cambios positivos en el comportamiento del otro.

2) Utilizar un nuevo vocabulario en la pareja.

3) Desarrollo de habilidades de comunicación.

4) Aprendizaje de un nuevo modo de influencia reciproca.

5) Desarrollar habilidades de resolución de problemas.

6) Reestructuración cognitiva que permita evaluar de un modo más adecuado su relación
de pareja y sus expectativas con respecto a la misma.
7) Desarrollo de la Autoafirmación personal, defender tus derechos personales.

8) Adquisición de los principios fundamentales del comportamiento que garanticen
generalizar y mantener los cambios conseguidos y la resolución de nuevos problemas.

Ansiedad Infantil



La principal diferencia entre la ansiedad en adultos y en un niño es que el niño no es el que decide ir al psicólogo, son los padres los que suelen tomar esa decisión. Pero ¿Cómo saber si nuestro hijo sufre una ansiedad o un miedo que requiere la ayuda de un profesional?

En general, para la ansiedad en adultos, a nivel clínico, se siguen los criterios de Marks para determinar que un miedo es una fobia, es decir, una fobia es un miedo desproporcionado para las demandas de la situación, es irracional, queda fuera del control voluntario y se emiten respuestas de evitación (escape o huida) cuando existe la posibilidad de encontrarse en la situación temida.

Estos criterios se quedan cortos para los niños, ya que muchas veces correríamos el riesgo de interpretar los miedos evolutivos como fobias, por lo tanto habrá que tener en cuenta que no se trate de un miedo evolutivo, la intensidad del sufrimiento que le ocasione al niño y el grado de perturbación que produzca en el desarrollo o en la vida de la familia.

Pero, ¿qué es un miedo evolutivo? El miedo y la ansiedad funcionan como un agente protector, ya que se disparan cuando la persona se siente en peligro, en este sentido existen una serie de miedos propios de cada etapa del desarrollo. Por ejemplo, los niños pequeños responden con llantos ante lo desconocido porque así alertan a la madre. A medida que el niño va madurando y desarrolla la capacidad para recordar el pasado, sus miedos se formulan en otros términos y aparecen los miedos a peligros imaginarios o lo que podría ocurrir.

Los miedos evolutivos forman parte del desarrollo, aparecen desde la primera infancia y van desapareciendo y apareciendo según la edad.

Desde que nace hasta el primer año se consideran como evolutivos temores como pérdida de apoyo, sonidos fuertes, alturas, personas, objetos extraños, separación, objetos amenazadores.

Hasta los dos años y medio aproximadamente es normal que el niño tenga miedo a la separación de los padres, los extraños, tormentas, pequeños animales, insectos.

Hasta los a seis son típicos miedos a la oscuridad, animales en general, quedarse solo, fantasmas, monstruos.

Entre los 6 y 11 años los miedos se centran en sucesos sobrenaturales, pero también heridas, daño, salud, muerte, miedos escolares.

Entre los 11 y 13 años el desarrollo del niño hace que sus miedos se vayan centrando más en temores sociales, autoimagen y también en los escolares.

En resumen consideramos que un miedo es una fobia y por tanto sería conveniente consultar a una profesional cuando:· Miedo intenso y desproporcionado frente a un peligro real.
· Las reacciones no las pueden explicar ni razonar.
· Las respuestas no pueden ser controladas.
· Evita la situación.
· Dura un periodo de tiempo prolongado (mínimo dos años o produce gran perturbación en el niño).
· Es desadaptativo, no tiene función.
· No se asocia con ninguna edad o etapa del desarrollo.