El síndrome de estrés postraumático es un trastorno psiquiátrico que aparece en personas que han vivido un episodio dramático en su vida (guerra, secuestro, muerte violenta de un familiar...).
En las personas que lo sufren son frecuentes las pesadillas que rememoran la experiencia trágica vivida en el pasado.
Hay que observar que no se incluyen dentro de estos desencadenantes situaciones difíciles, pero propias de la vida “normal”, como un divorcio, la muerte de un ser querido, enfermedad, conflictos familiares o reveses económicos.
Síntomas
Dentro del síndrome por estrés postraumático, los expertos distinguen entre el tipo agudo, que se manifiesta durante el primer mes hasta los tres meses después del trauma, y el tipo latente que puede aparecer por lo menos a los seis meses desde el hecho desencadenante. En algunos casos, la aparición de los síntomas puede producirse décadas más tarde. Estos son los más característicos:
* Rememoración del trauma (flashbacks), pesadillas o recuerdos instantáneos e involuntarios en cualquier momento del día.
* Alucinaciones con la idea de que se repite el hecho traumático.
* Ansiedad extrema al entrar en contacto con las personas, lugares o cualquier circunstancia que recuerde el trauma.
* Palpitaciones, dificultad para respirar, sudor cada vez que se recuerda el hecho desencadenante.
* Evitar conversaciones, lugares, personas, en general cualquier cosa que pueda relacionarse con el trauma.
* Incapacidad para recordar detalles importantes del hecho.
*Sentirse psíquicamente distante, entumecido y paralizado ante cualquier experiencia emocional normal.
* Creer que la vida va a ser más corta de lo que lógicamente se espera.
* Perder el interés por la aficiones y diversiones.
* Mostrar signos de hiperactividad: dificultad para dormir, irritabilidad, incapacidad para concentrarse o alarmarse con mucha facilidad.
Los síntomas duran un mes como mínimo y afectan la capacidad del paciente para retomar su vida normal tanto en casa, como en el trabajo o en las situaciones sociales. No importa el tiempo que haya pasado desde que se produjo el trauma. El síndrome puede aparecer años después.
Prevención
Existe la evidencia de que las personas traumatizadas que reciben apoyo psicológico y consejo especializado inmediatamente después de sufrir el episodio desencadenantes son menos propensas a padecer el síndrome de estrés postraumático, comparadas con las que no reciben ningún tipo de ayuda. Por eso se recomienda que tras un trauma se recurra a algún profesional especializado.
Tratamientos
El tratamiento es a largo plazo, lo que explica el alto grado de abandono de la terapia. Se estima que el 75 por ciento de los pacientes tratados lo abandona. El tratamiento se basa en una combinación de fármacos y psicoterapia. Los fármacos empleados se dirigen a los diversos síntomas del síndrome, teniendo en cuenta los más acusados. Los medicamentos que suelen prescribirse son antidepresivos y ansiolíticos. La psicoterapia se encamina a desarrollar técnicas de relajación, como aprender a respirar correctamente ante una crisis provocada por el síndrome. Este tratamiento se puede combinar con métodos cognitivos para racionalizar los hechos traumáticos y también con terapia de choque, por la que se recrea la situación vivida para ayudar a la víctima a superarla y a perder el miedo que le produjo.
Otros datos
La mayoría de las personas que han sufrido un trauma no llegan a padecer el estrés postraumático, un hecho que todavía no tiene explicación. Además y al contrario de lo que se cree, la gravedad del síndrome no depende de la naturaleza del trauma que lo desencadena. La reacción a una situación dura e inusual depende mucho de la sensibilidad de las personas afectadas y de sus recursos para afrontar los traumas. En parte esto se encuentra determinado por las características genéticas de cada uno, pero también influye la personalidad y la situación vital concreta que esté atravesando, si ha sufrido o no otros traumas en el pasado o el tejido familiar y social que pueda apoyarle. Puede aparecer a cualquier edad, aunque suele ser más frecuente entre las personas jóvenes, quizá porque tienen más posibilidades de exponerse a los traumas desencadenantes. También es más común en aquéllos individuos socialmente aislados.
En las personas que lo sufren son frecuentes las pesadillas que rememoran la experiencia trágica vivida en el pasado.
Hay que observar que no se incluyen dentro de estos desencadenantes situaciones difíciles, pero propias de la vida “normal”, como un divorcio, la muerte de un ser querido, enfermedad, conflictos familiares o reveses económicos.
Síntomas
Dentro del síndrome por estrés postraumático, los expertos distinguen entre el tipo agudo, que se manifiesta durante el primer mes hasta los tres meses después del trauma, y el tipo latente que puede aparecer por lo menos a los seis meses desde el hecho desencadenante. En algunos casos, la aparición de los síntomas puede producirse décadas más tarde. Estos son los más característicos:
* Rememoración del trauma (flashbacks), pesadillas o recuerdos instantáneos e involuntarios en cualquier momento del día.
* Alucinaciones con la idea de que se repite el hecho traumático.
* Ansiedad extrema al entrar en contacto con las personas, lugares o cualquier circunstancia que recuerde el trauma.
* Palpitaciones, dificultad para respirar, sudor cada vez que se recuerda el hecho desencadenante.
* Evitar conversaciones, lugares, personas, en general cualquier cosa que pueda relacionarse con el trauma.
* Incapacidad para recordar detalles importantes del hecho.
*Sentirse psíquicamente distante, entumecido y paralizado ante cualquier experiencia emocional normal.
* Creer que la vida va a ser más corta de lo que lógicamente se espera.
* Perder el interés por la aficiones y diversiones.
* Mostrar signos de hiperactividad: dificultad para dormir, irritabilidad, incapacidad para concentrarse o alarmarse con mucha facilidad.
Los síntomas duran un mes como mínimo y afectan la capacidad del paciente para retomar su vida normal tanto en casa, como en el trabajo o en las situaciones sociales. No importa el tiempo que haya pasado desde que se produjo el trauma. El síndrome puede aparecer años después.
Prevención
Existe la evidencia de que las personas traumatizadas que reciben apoyo psicológico y consejo especializado inmediatamente después de sufrir el episodio desencadenantes son menos propensas a padecer el síndrome de estrés postraumático, comparadas con las que no reciben ningún tipo de ayuda. Por eso se recomienda que tras un trauma se recurra a algún profesional especializado.
Tratamientos
El tratamiento es a largo plazo, lo que explica el alto grado de abandono de la terapia. Se estima que el 75 por ciento de los pacientes tratados lo abandona. El tratamiento se basa en una combinación de fármacos y psicoterapia. Los fármacos empleados se dirigen a los diversos síntomas del síndrome, teniendo en cuenta los más acusados. Los medicamentos que suelen prescribirse son antidepresivos y ansiolíticos. La psicoterapia se encamina a desarrollar técnicas de relajación, como aprender a respirar correctamente ante una crisis provocada por el síndrome. Este tratamiento se puede combinar con métodos cognitivos para racionalizar los hechos traumáticos y también con terapia de choque, por la que se recrea la situación vivida para ayudar a la víctima a superarla y a perder el miedo que le produjo.
Otros datos
La mayoría de las personas que han sufrido un trauma no llegan a padecer el estrés postraumático, un hecho que todavía no tiene explicación. Además y al contrario de lo que se cree, la gravedad del síndrome no depende de la naturaleza del trauma que lo desencadena. La reacción a una situación dura e inusual depende mucho de la sensibilidad de las personas afectadas y de sus recursos para afrontar los traumas. En parte esto se encuentra determinado por las características genéticas de cada uno, pero también influye la personalidad y la situación vital concreta que esté atravesando, si ha sufrido o no otros traumas en el pasado o el tejido familiar y social que pueda apoyarle. Puede aparecer a cualquier edad, aunque suele ser más frecuente entre las personas jóvenes, quizá porque tienen más posibilidades de exponerse a los traumas desencadenantes. También es más común en aquéllos individuos socialmente aislados.
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