La heroína y otros opiáceos son drogas sedativas que deprimen el sistema nervioso, ralentizan el funcionamiento del organismo y combaten el dolor físico y emocional.
En general, los opiáceos como la heroína bloquean los mensajes de dolor, creando una sensación falsa de calma al hacer más lento el funcionamiento orgánico e incrementar las sensaciones de placer en el cerebro.
Por tanto, el efecto más usual de la heroína es el sentimiento de relajación, calidez y desapego, junto a una disminución de la ansiedad.
Algunos consumidores dicen que la heroína les hace sentir como si estuvieran flotando, invencibles, y otros dicen sentirse entumecidos.
Estos efectos empiezan rápidamente y pueden durar algunas horas, aunque varían mucho dependiendo de la dosis y de la vía en que la heroína es administrada.
Efectos de la heroína
Esta inmediatez en los efectos de la heroina tiene que ver con que al ser administrada, esta sustancia alcanza el cerebro muy rápidamente.
Pero esto significa algo más: que la heroina es altamente adictiva, es decir, que produce un alto número de adictos entre sus consumidores.
Adicción heroína y otros opiáceos: una enfermedad tratable en un centro de desintoxicación especializado.
La adicción heroína (opiáceos) es vista por mucha gente como un problema estrictamente social o de carácter, y desde estas premisas se suele caracterizar a los adictos a esta sustancia como personas moralmente débiles o con tendencias criminales.
Frecuentemente se cree, de manera errónea, que los adictos a la heroína serían capaces de abandonar el consumo si estuvieran dispuestos a cambiar su conducta.
Por otro lado, muchos piensan que, así como el adicto lo es simplemente porque ha decidido consumir demasiada heroína, la adicción a la heroína es simplemente un consumo demasiado alto de heroína.
Pero científicos, médicos y psicólogos coinciden de manera contundente en diferenciar el abuso de la adicción a la heroína.
Las investigaciones demuestran que la adicción, al contrario que el uso o incluso el abuso de heroína, no es un problema de libre decisión.
La adicción comienza cuando hay un abuso de heroína, es decir, cuando el consumidor decide “conscientemente” administrarse heroína de manera repetida y habitual.
Pero no es solo eso. La adicción a la heroína supone introducirse en un estado cualitativa y cuantitativamente diferente, un proceso de consumo compulsivo de heroína y de daños a nivel del tejido cerebral.
Por tanto la adicción a la heroína, más allá de consideraciones morales o sociales, es una enfermedad tratable, una dolencia. La adicción es una enfermedad del cerebro.
Porque la heroína no sólo interfiere en el funcionamiento cerebral normal al crear fuertes sentimientos de placer, sino que además tiene efectos a largo plazo en el metabolismo y la actividad del cerebro.
En un determinado momento del consumo o del abuso de heroína, se producen cambios cerebrales que convierten el abuso en adicción, en enfermedad. Así, los adictos a la heroína sufren un intenso y compulsivo deseo de esa droga (craving) y no pueden abandonar el consumo por sí mismos.
Aunque los mecanismos de la adicción todavía no son totalmente entendidos, sí se sabe que la tolerancia y la dependencia pueden conducir a ella: cuando la heroína se consume repetidamente, el cerebro se adapta y se vuelve cada vez menos sensible a esta sustancia, por lo que la dosis de consumo debe ser incrementada gradualmente para obtener los mismos efectos.
Esto es la tolerancia. Por otra parte, cuando se deja de consumir heroína, el consumidor experimenta alteraciones físicas, esto es, síndrome de abstinencia, que desaparece cuando se vuelve a consumir heroína.
Estos síntomas de abstinencia se dan porque el cerebro se ha adaptado a la presencia de la droga (es decir, hay una neuroadaptación), y cuando el consumo de heroína se interrumpe bruscamente se hacen evidentes los desórdenes cerebrales que estaban enmascarados por el consumo. Cuando un consumidor se vuelve dependiente de la heroína, su organismo sólo funciona “normalmente” si recibe esta droga.
La adicción implica, como se ha anotado, un intenso e irresistible deseo de droga, un comportamiento de búsqueda compulsiva de heroína. El consumo de esta droga se vuelve obsesivo.
El adicto está atrapado. El problema o la situación que estuviera intentando resolver cuando comenzó a consumir heroína se ha borrado de su mente.
En este punto, en lo único que puede pensar es en conseguir y consumir la droga.
Por tanto, se pierde el control de este consumo y se ignoran sus gravísimas consecuencias, y sólo un tratamiento llevado a cabo por profesionales puede lograr una recuperación de esta enfermedad.
Efectos de la adicción a la heroína y otros opiáceos
La adicción a la heroína puede conducir a la muerte, y produce las siguientes complicaciones médicas:
Infecciones bacterianas de los vasos sanguíneos.
Abscesos y otras infecciones de tejidos blandos.
Venas marcadas u obstruidas
Enfermedades infecciosas como hepatitis o VIH/SIDA.
Infecciones de las válvulas cardiacas.
Problemas musculares y articulares.
Enfermedades del hígado y los riñones.
Daños pulmonares, entre ellos neumonía y tuberculosis.
Por otro lado, muchos de los aditivos que se añaden a la heroína pueden incluir sustancias que no se disuelven completamente y que pueden obstruir los vasos sanguíneos que conducen a los pulmones, hígado, riñones o cerebro. Esto puede causar infección o muerte de pequeñas áreas de células en órganos vitales. Reacciones inmunes a estos aditivos pueden causar también artritis u otros problemas reumáticos.
Y por supuesto, compartir jeringuillas, agujas o fluidos durante el consumo puede conducir a algunas de las más graves infecciones relacionadas con la adicción a la heroína, como la hepatitis B y C, el VIH y otros virus de transmisión sanguínea, que a su vez, los adictos pueden transmitir a sus parejas sexuales o sus hijos. Por último, los efectos de la adicción a la heroína no sólo son físicos. Insomnio, ataques de pánico y funciones mentales obnubiladas son algunos de los síntomas psicológicos comunes en los adictos a esta sustancia.